La vida no es hoy... ni mañana... ni ayer... Es todo eso, unido en un continuo presente. La vida ES. ¿Todo? ¿Nada? Una forma de saberlo es abrir el corazón para aprender a vivirla.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Natham

 
Los Zumaques               Foto: Mamatere

Empieza el otoño. Cualquier pintor que viera el paisaje  que  en su interior se formaba, sentiría el privilegio de estar viendo una obra maestra, nada estaba sujeto al azar. Los colores, los tonos, la luz, la sombra...todo era perfecto.
Recostado sobre el tronco de un roble milenario, Natham contemplaba el bosque. Los rayos del sol en ese preciso momento lo bañaban todo de una luz tenue que se filtraba entre las hojas que  el viento mecía antes de caer a tierra. También lo llenaba de ese calor agradable que le hacía sentir arropado, tranquilo.
Frente a él hay una roca inmensa  a la que parece proteger el bosque. Se queda absorto mirándola, como si fuera un guardián ancestral que en algún rincón guardara la clave de su vida. Se da cuenta de que el año acaba y de que él sigue siendo el mismo, sigue mirando con los mismos ojos de aquél niño que perdió en la distancia que marca el tiempo y el espacio, que marca la vida y los días del calendario. Vuelve atrás en el tiempo y siente que el envase que lo contiene ha crecido en altura y en volumen. Los años llenos de días y de horas de reloj han pasado por él, o él por ellos, y le han dejado su huella las experiencias vividas, el dolor, la angustia, la tristeza, los sinsentidos de lo que no se entiende o cuesta trabajo asimilar, la oscuridad de unos ojos cerrados a lo invisible por un miedo marcado con miedo y a veces con risas, la entrega, la pérdida, las añoranzas de encuentros, de desencuentros... y también  han pasado alegrías, juegos, susurros, ternuras, ilusiones, sueños a veces mágicos y a veces rotos, caricias, miradas...
A días, ese envoltorio que lo cubre, se vistió con un traje estrecho, duro, que le aprisionaba, que le ahogaba y quiso deshacerse de él. Buscó con sus manos la cremallera oculta, cansado de una espera sin fin ni principio, una espera basada en otros y no en él mismo,  una espera basada en el pasado y en el futuro pero no en el presente, porque en el presente solo hay vida, no esperanza. Y el negro vacío de la nada empezó a tragarlo y se agarraba arañando sus paredes imaginarias, buscando un sentido a lo vivido, una razón que le explicara el porqué de no sabía muy bien qué, pero nadie respondía a su llamada, nadie le mostraba la imagen que pedía, nadie respondía a su grito cavernario, nadie acompañaba aquella negra soledad del alma... No había nada ni nadie allí, excepto él y la nada oscura que lo tragaba. Dejó de luchar y sintió su cuerpo que flotaba en aquella especie de... no sabía muy bien qué, ya no sabía nada y tampoco le importaba. Solo se dejaba mecer y llegó al fondo oscuro y se sintió parte de él. Y ese fondo le mostró otra imagen, otra cara, y comenzó el milagro de nuevo. Todo era un milagro, siempre lo fué. Volvió y vió otra luz, otra mirada, otra caricia. Y en esa caricia se va haciendo agua en la que se mezcla y se funde y sus olas lo llevan a la tierra que lo acuna y lo contiene, que lo entiende y que lo eleva y es lengua de un fuego encendido que lo consume y lo arroja como ascua al viento que a veces se apaga y a veces se abrasa y lo abraza y se pierde en ese infinito donde un rayo de sol le acaricia en la distancia, y vuelve a ser ola, pez, espuma, agua, arena, tierra, flor, árbol, roca, sol, fuego, ascua, llama, brisa, aire, viento, tempestad y calma.
Se mira en el espejo del tiempo y ve en sus ojos al mismo niño que jugaba, la misma inocencia, la misma mirada confiada. 
¡Tanto tiempo viviendo dormido! 
Ahora...todo cambia.

        

domingo, 19 de diciembre de 2010

Feliz Navidad

              

             FELIZ 

   Noche de estrella reluciente nos
   Anima a seguir con su luz la
   Vereda, el camino
   Intrincado laberinto
   Donde la vida bebe cada día el
   Amor que la guía, que la alumbra
   Desde el Portal que a cada segundo
            se abre en tu corazón


sábado, 11 de diciembre de 2010

¡El azul! ¡Tan azul!

Foto: Mamatere

El azul del mar
se refleja
en cada amanecer
que canta despacio
a la vida.
En la luz
que sombrea 
cada mediodía
tejido de sueños.
En el sol
que ilumina,
rojo de amor,
la tarde que muere
en un renacer constante
de miradas
claras de luna.
En el infinito que se busca
sobre el abismo
de un finito
que escucha mi voz
cuarteada de silencios
transparentes.
En el agua limpia,
cristalina, calmada,
bajo las olas
que van y vienen
de la conciencia 
del mundo. 

El silencio invade mi alma







El silencio invade mi alma
mientras la gente camina
a mi alrededor.
Un buho da la bienvenida
a una noche serena,
que tiende su manto
sobre una ciudad
roja de sol.
Todo está donde debe estar.
Todo es como debe ser.
En el silencio hay otros colores,
en la noche hay otros sonidos,
y, mientras,
mi alma se abre
al eco de tu voz,
a la sonrisa de tu mirada,
a la música de tu corazón
que resuena en el mío
como el tambor oculto
que late escondido
en el fondo de la tierra.
Sube el mar a hurtadillas
limpiando la vida,
y sus olas se llevan
el dolor al olvido,
las marañas del tiempo,
el ocaso de los días
las horas de un reloj
                           

parado en el ayer
que pide caminar
en las horas del infinito
cubierto de luces
de neón y estrellas.