La vida no es hoy... ni mañana... ni ayer... Es todo eso, unido en un continuo presente. La vida ES. ¿Todo? ¿Nada? Una forma de saberlo es abrir el corazón para aprender a vivirla.

Canciones y cuentos del ayer que recuerdo hoy.

Hace poco, al ver esta imagen, vino a mi memoria el poema " A Margarita Debayle"   de Rubén Dario. Era uno de los muchos cuentos que les contaba-cantaba a mis hijos e hija cuando eran pequeñ@s. Me ha gustado recordar esa parte tierna y dulce de mi vida. A veces se me acababa el repertorio de canciones, romances, cuentos... y había que inventarse algo que les hiciera entrar serenamente en el dulce país de los sueños. Claro, al día siguiente querían que les contara lo mismo y en el mismo orden, algo muy dificil de conseguir, con lo que lo más normal era escucharles decir: "Así no era, ya no sabes contarlo"   y a veces se cambiaba el orden para contarlos siendo yo la que pasaba a escuchar, en sus medias lenguas y con sus manecitas girando, para explicarlo mejor, el cuento o canción que el día anterior me había inventado. ¡Ah, qué tiempos! 
Desde aquí comparto este precioso poema ¿Quién sabe si a alguien más se le despiertan los recuerdos?

                        



Margarita está linda la mar,
y el viento,
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento:
Margarita, te voy a contar
un cuento:

Esto era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha de día
y un rebaño de elefantes,
un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita, como tú.

Una tarde, la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.

La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla
y una pluma y una flor.

Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
más lo malo es que ella iba
sin permiso de papá.

Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.

Y el rey dijo: «¿Qué te has hecho?
te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho
que encendido se te ve?».

La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
«Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad».

Y el rey clama: «¿No te he dicho
que el azul no hay que cortar?.
¡Qué locura!, ¡Qué capricho!...
El Señor se va a enojar».

Y ella dice: «No hubo intento;
yo me fui no sé por qué.
Por las olas por el viento
fui a la estrella y la corté».

Y el papá dice enojado:
«Un castigo has de tener:
vuelve al cielo y lo robado
vas ahora a devolver».

La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.

Y así dice: «En mis campiñas
esa rosa le ofrecí;
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí».

Viste el rey pompas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.

La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.

* * *

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.

Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.








Y ya que los recuerdos comenzaron a fluir, seguiré con ellos y con los cuentos, romances, poemas... de ese tiempo. Se ve que el hecho de ser abuela dentro de poco, ha activado esa etapa del pasado en mí, jajaja.



ROMANCE DE LA DONCELLA GUERRERA
 
Pregonadas son las guerras   
de Francia con Aragón,
¡Cómo las haré yo, triste,   
viejo y cano, pecador!
¡No reventaras, condesa,   
por medio del corazón,
que me diste siete hijas,   
y entre ellas ningún varón!
Allí habló la más chiquita, 
  en razones la mayor:
—No maldigáis a mi madre,  
que a la guerra me iré yo;
me daréis las vuestras armas,   
vuestro caballo trotón.
—Conoceránte en los pechos,  
que asoman bajo el jubón.
—Yo los apretaré, padre,   
al par de mi corazón.
—Tienes las manos muy blancas,  
hija no son de varón.
—Yo les quitaré los guantes  
para que las queme el sol.
—Conocerante en los ojos,   
que otros más lindos no son.
—Yo los revolveré, padre, 
  como si fuera un traidor.
Al despedirse de todos,  
se le olvida lo mejor:
—¿Cómo me he de llamar, padre?  
—Don Martín el de Aragón.
—Y para entrar en las cortes,   
padre ¿cómo diré yo?
—Besoos la mano, buen rey,  
las cortes las guarde Dios.
Dos años anduvo en guerra 
  y nadie la conoció
si no fue el hijo del rey   
que en sus ojos se prendó.
—Herido vengo, mi madre,   
de amores me muero yo;
los ojos de Don Martín   
son de mujer, de hombre no.
—Convídalo tú, mi hijo,  
a las tiendas a feriar,
si Don Martín es mujer,  
las galas ha de mirar.
Don Martín como discreto,  
a mirar las armas va:
—¡Qué rico puñal es éste,  
para con moros pelear!
—Herido vengo, mi madre,  
amores me han de matar,
los ojos de Don Martín  
roban el alma al mirar.
—Llevarasla tú, hijo mío, 
  a la huerta a solazar;
si Don Martín es mujer, 
  a los almendros irá.
Don Martín deja las flores,  
un vara va a cortar:
—¡Oh, qué varita de fresno   
para el caballo arrear!
—Hijo, arrójale al regazo  
tus anillas al jugar:
si Don Martín es varón,  
las rodillas juntará;
pero si las separase, 
  por mujer se mostrará.
Don Martín muy avisado  
hubiéralas de juntar.
—Herido vengo, mi madre, 
  amores me han de matar;
los ojos de Don Martín   
nunca los puedo olvidar.
—Convídalo tú, mi hijo,   
en los baños a nadar.
Todos se están desnudando;   
Don Martín muy triste está:
—Cartas me fueron venidas,  
cartas de grande pesar,
que se halla el Conde mi padre 
  enfermo para finar.
Licencia le pido al rey  
para irle a visitar.
—Don Martín, esa licencia  
no te la quiero estorbar.
Ensilla el caballo blanco,  
de un salto en él va a montar;
por unas vegas arriba   
corre como un gavilán:
—Adiós, adiós, el buen rey, 
  y tu palacio real;
que dos años te sirvió   
una doncella leal!.
Óyela el hijo del rey,  
trás ella va a cabalgar.
—Corre, corre, hijo del rey  
que no me habrás de alcanzar
hasta en casa de mi padre   
si quieres irme a buscar.
Campanitas de mi iglesia,  
ya os oigo repicar;
puentecito, puentecito  
del río de mi lugar,
una vez te pasé virgen,  
virgen te vuelvo a pasar.
Abra las puertas, mi padre,   
ábralas de par en par.
Madre, sáqueme la rueca   
que traigo ganas de hilar,
que las armas y el caballo   
bien los supe manejar.
Tras ella el hijo del rey   
a la puerta fue a llamar.


                                                                         Anónimo









                       El árbol bondadoso

Hace ya mucho tiempo, en un lugar muy lejano, existía un país pequeñito y en el mismo centro crecía un árbol grande y fuerte de extraordinaria belleza.
Todos los habitantes de aquel país, se sentían muy contentos de tener aquella maravilla para poder disfrutarla. Su tronco era grueso y de lejos tenía una forma rara y caprichosa. Sus ramas eran verdes y largas: las que salían del tronco eran mas fuertes, de estas salían otras más  pequeñas y de estas otras más menudas y asi hasta terminar en las más  chiquitas de todas que se parecían a las plumas de los pajarillos, asi eran de ligeras y suaves.
Como casi todas las cosas, este árbol también tenía su propia historia que fue pasando de unos a otros. Los más viejos del pais cuentan que en tiempos muy remotos, cuando apenas empezaba a formarse aquel pueblo llamado Naré, existieron dos seres maravillosos llamados Bon y Dad. Ambos se querían muchisimo, nunca podian pasar el uno sin el otro y estaban siempre dispuestos a ayudar a aquél que los necesitara. Nadie jamás recordaba haberles visto sin una sonrisa en los labios.
A su alrededor siempre había alegría porque el dolor huía a todo correr cuando veía que aun existía un lugar donde reinaba la felicidad y se alejaba presuroso de allí.
En aquel país había miles de plantas, todas distintas, de las que se beneficiaban todos sus habitantes, ya fuese como alimento o para curar sus dolores. ¡Y había tal cantidad y variedad de flores! que nunca te cansabas de contemplar aquel hermoso paisaje. Incluso los animales vivían allí contentos y los hombres eran sus amigos, no les temian al contrario, solían jugar con ellos mientras paseaban. Las abejas se retiraban de su panal para que recogieran la miel y la cera, las hormigas también aportaban su granito de arena y hasta el león que se ve muy fiero... en Naré, los niños y niñas se subían en su lomo y ¡jugaban con su melena!
Un día, la mala fortuna quiso que por allí pasase un avaro y despiadado señor, que quiso tener para el solo todo lo que aquel pais le brindaba amablemente. Era Mal-Vado.
Se quedó allí durante algún tiempo y mientras los habitantes de Naré se desvivían por hacerlo feliz, él solo pensaba en la manera de robarles todo lo bueno que tenían.
-¿Cómo podré robarles toda su felicidad? pensaba
Hasta que un día se dió cuenta de que aquello que tanto anhelaba era obra de Bon y Dad, que tanto se amaban y que no pensaban en ellos mismos, sino en los demás, en poder darles todo el amor y la alegría que necesitaban. Tan grande era su deseo de poseerlos que decidió hacerlos sus prisioneros. Un día, con intención de dar un paseo porque decia encontrarse muy solo, se los llevó hasta una torre abandonada muy lejos de la ciudad, cerca del limite con un país vecino. Los subió a lo más alto de la torre y los dejó allí atados con fuertes cadenas. Una vez que estuvo bien seguro de que no escaparían se fue a dar vueltas por las calles para ver que hacían las gentes cuando se dieran cuenta de que estaban solos.
Todos andaban buscándoles, les echaban de menos y deseaban tenerles de nuevo a su lado. Les buscaban por todas partes pero no les encontraron y ya empezaban a desesperarse preguntándose que habría sido de ellos y creyendo que les habían olvidado.
Mientras tanto, Mal-Vado se olvidó por completo de sus prisioneros. ¡Se sentía ahora tan feliz! ¡Disfrutaba tanto viendo la infelicidad de los demás!
Bon y Dad no se habían olvidado de nadie y solo pensaban en la manera de escapar de allí. Imaginaban como podrían romper las cadenas que los aprisionaban y sintieron un ruido cerca. Mirando hacia arriba vieron un águila enorme que volaba sobre ellos.
-Por favor, águila blanca, ¡ayudanos a salir de aquí! dijo Bon.
-De acuerdo. Os sacaré de aquí, dijo el águila, pero con una condición...
-Dinos cuál, dijo Dad, sea cual sea la aceptaremos. Estamos desesperados viendo que desde aquí no podemos ayudar a nadie.
-Os liberaré, pero a cambio, vuestros cuerpos se transformaran en los de dos enormes pájaros. Sereis bellisimos, tendreis todos los colores del Arco Iris, pero renunciareis a vuestra forma humana. ¿Aceptais?
-¡De acuerdo! Dijeron los dos a un tiempo.
En un instante vieron como las cadenas que los tenían prisioneros caían al suelo y que sus cuerpos poco a poco iban transformándose ¡Eran maravillosos! Cuando volaban, lo hacían con tal gracia, que parecía que el Arco Iris jugaba con el viento.
En su nueva forma, siguieron ayudando a los demás como podían porque aunque su cuerpo había dejado de ser humano, su mente era la misma y aun tenían el don de la palabra.
Todo volvió a la normalidad y la felicidad que casi se tambaleaba, volvió a reinar en todos los sitios.


Pero pronto Mal-Vado se dió cuenta de lo que pasaba y persiguió a los pájaros Arco Iris por todas partes. Volaron y volaron hasta caer rendidos en el suelo y aunque había árboles, no eran lo suficientemente grandes ni espesos para poder ocultarles.
Cuando estuvieron agotados, a Mal-Vado no le costó gran esfuerzo volver a capturarles. Pero esta vez no se quedó contento solo con encadenarles, sino que además lo hizo en una cueva que había en la tierra, en el mismo centro de aquel país.
Todo empezo de nuevo a ir mal. Las gentes los echaban de menos y lloraban porque los habían perdido. Y mientras, ya sabeis quién, disfrutaba haciendo el mal. Quemaba los campos y de sus frutos apenas podían alimentarse los seres que allí vivían. Maltrataba a los animales que huían asustados en cuanto oían crujir una rama y no sabían donde esconderse. Talaba los árboles solo por el placer de verlos caer. Estaba bien seguro de que esta vez tenía bien guardada la felicidad y que solo él podía disfrutarla cómo y cuando quisiera.
Los habitantes de Naré empezaron a llorar y el dolor por fin entró en sus corazones.Tanto y tanto lloraban que la tierra por fin se empapó de sus lágrimas y llegaron a la cueva donde se encontraban los Pájaros Arco Iris que cuando vieron ésto desearon con tanta fuerza ayudar de nuevo a los demás que sin apenas darse cuenta, sus alas se fueron alargando hasta que las plumas de ambos se unieron y se fundieron en un abrazo.
Sus pies comenzaron a echar raices que se agarraban a la tierra y llegaron muy muy hondo, hasta el centro mismo de la tierra. De allí cogieron fuerza y empujaron los cuerpos de ambos hacia arriba y conforme subían se fueron convirtiendo en un grueso tronco de árbol.
Este árbol que desde lejos tenía una forma rara y caprichosa, de cerca tenía la forma de un hombre y una mujer fuertemente abrazados. Sus brazos formaban las ramas mas fuertes y gruesas y poco a poco de estas iban naciendo otras nuevas.
Mal-Vado, al darse cuenta de lo que ocurría, quiso cortar el árbol, pero el tronco era tan grueso y tan duro que el hacha se partía cada vez que lo intentaba. Lo intentó con las ramas, éstas si que se partían ¡Que alegría le dió comprobarlo! Pero pronto se convirtió en rabia cuando vió que de las ramas que partía, nacían otras nuevas al momento, y cuanto más rápido las cortaba, mís rapido crecían y se multiplicaban.
Se dió por vencido ¡No podía más! Ya no tenía fuerzas para seguir. Pero aún así seguía ideando otro plan para destruirlo, y...¿De qué otra forma podría hacerlo que no le costase mucho esfuerzo? ... ¡Quemándolo!
Se dijo que era un estúpido por no haberlo pensado antes. Se puso a encender una buena fogata bajo el árbol, pero las lágrimas que vertieron los habitantes de Naré, se convirtieron en un río que afloró a la superficie y apagó el fuego.
Por fin se dió cuenta de que cuantos más intentos hacía por destruir el árbol, éste crecia más alto y más fuerte.
Un día comprendió que jamás obtendría la felicidad por la fuerza sino compartiendo todo lo suyo con los demás, y como a eso aún no estaba dispuesto, se fué de aquel país para no volver jamás.
Al irse Mal-Vado, se fué, como si fuese su equipaje, el dolor.
Los dos jovenes permanecieron siempre juntos en ese árbol que aún hoy se conserva, con sus hojas siempre verdes para seguir dando protección y ayuda a todos aquellos que aún hoy la necesitan.
Por eso, despues de muchos años y muchos siglos, si te sientas a descansar debajo de él, de su tronco parece que salen susurros y palabras cariñosas que alivian a los que tienen alguna pena o algun dolor.
Este árbol sabe muchísimas cosas. Más que nadie, porque lo escucha todo. Cuando llega alguien cansado y solo, no para de contarle historias para que no vuelva a anidar en su corazón la tristeza ni la soledad.
Cuando veas un árbol no lo maltrates, piensa que es un hijo del árbol del país de Naré y que podrá cambiar tu soledad, tu tristeza y tu dolor si sabes escucharlo.                                    


                                                M.T. Afán de Rivera (Mamatere)














 LAS 7 HADAS Y EL ARCO IRIS 





"Había una vez, 7 Haditas hermanas que vivían en un Bosque Encantado. Sus nombres eran: Lila, Fucsia, Dorada, Amarilla, Verde, Azul y Violeta. Vivían muy felices, jugando con los Duendes, los Unicornios, los Dragoncitos bebés (los Dragones grandes estaban ocupados cuidando el Bosque y el Reino), los elfos, los animalitos, danzando con las otras Haditas y visitando a la Bruja del Bosque que cuidaba el equilibrio de la Naturaleza, conversando con ella y aprendiendo algunas pócimas sanadoras...compartían su alegría con todos los seres mágicos del Bosque. 
Ellas, las 7 Haditas hermanas, eran muy solidarias con todos, siempre estaban pendientes de alguien que las necesitara y todos las querían mucho. El Mago del Bosque, las había premiado dándoles a sus alas los colores más brillantes que jámas tuvo un Hada en sus alas...a cada una le dió el color de su nombre. 
Así transcurrían felices los días de todos en el Bosque Encantado.
Hasta que un día, el Mago fué llamado al Castillo porque el Rey lo necesitaba...y tuvo que acudir, por supuesto, porque él era el consejero del Rey...y como el Castillo quedaba a 2 días de camino, cuando iba siempre tardaba varios días en volver, así que reunió a todos los seres del Bosque y les dijo, como habitualmente lo hacía cuando se iba por varios días, que la Bruja quedaba al cuidado del Bosque. Se despidió de todos y partió hacia el Castillo. 
La Sombra, que siempre rondaba el Bosque y lo quería destruir porque no soportaba la Luz y la Magia, estaba como siempre al acecho, pero entre los Dragones que sobrevolaban el Bosque, el Mago con su magia y la Bruja con sus conjuros, siempre la mantenían alejada y no la dejaban entrar....Pero hete aquí, que la Sombra esperaba solapada, porque sabía que había una forma de entrar...y ésa forma era que alguno de los seres mágicos del Bosque, tuviera algún sentimiento oscuro en el corazón...y como nada es perfecto, ni siquiera en un Bosque Encantado, había un Hada que que venía dejando crecer un sentimiento oscuro en su corazón...primero fué celos hacia las 7 Haditas hermanas, porque todos las querían y siempre las elogiaban...y luego se convirtió en envidia de las hermosas alas de colores brillantes con que el Mago las había premiado... 
Así, sin darse cuenta nadie, ni siquiera el Hadita envidiosa, la Sombra tuvo un resquicio por donde entrar, y aprovechando que el Mago estaba ausente y había un Poder Mágico menos, se fué introduciendo rastreramente... 
La Bruja presintió a la Sombra y salió a su encuentro con sus conjuros y convocó a los Dragones, pero ya era tarde...La Oscuridad habitaba el corazón del Hada envidiosa...y comenzó a expanderse...los celos, la envidia, la ira, la soberbia, el odio, comenzaron a entrar en los corazones de todos y nadie opuso resistencia...comenzaron a discutir, a criticarse, a pelearse unos con otros...la Bruja, desesperada, no sabía qué hacer, pues no existen conjuros para dominar o influenciar el corazón, sólo cada Ser es dueño del suyo y deja entrar lo que quiere en él. 
Las únicas que hasta ése momento no habían dejado entrar ningún sentimiento oscuro en sus corazones, eran las 7 Haditas hermanas, entonces la Bruja las llevó a su cabaña para protegerlas y buscar en su Libro de Conjuros, algo que pudiera salvar al Bosque y a sus habitantes. 
Luego de leer el Libro de principio a fin (donde estaban escritos todos los hechizos y conjuros de sus antepasadas, además de los propios) encontró un sólo conjuro que podía salvarlos de la Sombra...y ése conjuro era que 7 corazones puros debían atravesar el Bosque de una punta a la otra, en medio de la Sombra y los sentimientos oscuros de los habitantes, repitiendo: "El Amor todo lo puede, el Amor todo lo sana", sin contaminarse y soportando el dolor que sentirían al ver tanta maldad y oscuridad en sus seres tan queridos...Las 7 Haditas se ofrecieron de inmediato a realizar el conjuro, sabiendo cuánto dolor sufrirían y la Bruja lloró amargamente, pues no quedaba otra solución para salvar el Bosque y a sus habitantes...Las abrazó fuertemente y las envolvió en Amor y Luz...y las Haditas partieron a su misión. 
Al pasar volando sobre los habitantes del Bosque, que gritaban, se insultaban y se agredían, mientras decían las palabras mágicas: "El Amor todo lo puede, el Amor todo lo sana", sus corazoncitos sufrían tanto dolor, que las lágrimas comenzaron a brotar a borbotones de sus ojitos y pedacitos de sus alas de colores brillantes iban cayendo en el camino...eran tantas sus lágrimas, que caían como lluvia, mojando a todos y a todo...y los pedacitos de alas iban dejando como una estela de colores brillantes...Cuando llegaron a la otra punta del Bosque, cayeron exhaustas, ya sin alas, pues las habían perdido en el camino. 
No tenían fuerzas para volver y se sumieron en un profundo sueño por tanto cansancio. Cuando despertaron, la Bruja estaba velando sus sueños, y sonriendo les dijo que había dado resultado el conjuro, que la Sombra se tuvo que ir, porque al paso de las 7 Hadas, la lluvia de lágrimas y los pedacitos de alas, tocaban a los seres mágicos del Bosque y al escuchar las palabras mágicas: "El Amor todo lo puede, el Amor todo lo sana", llegaba a cada uno de los corazones y se iban llenando de Amor y desterrando los sentimientos oscuros... 
Cuando el Mago volvió y le contaron todo lo que había sucedido, se enorgulleció de los corazones puros de las Haditas, felicitó y agradeció a la Bruja, que había sabido encontrar el conjuro; y decidió hacer una protección mágica: Cada vez que en el corazón de algún ser, quisiera entrar un sentimiento oscuro, caería una lluvia mágica y se escucharían las palabras del conjuro: "El Amor todo lo puede, el Amor todo lo sana" y luego se formaría sobre el Bosque, un arco de 7 colores brillantes, para recordarles a todos, los 7 nombres de las Hadas que habían salvado a todos de La Sombra...Y así nació el Arco Iris... 
¡¡Ah!! por supuesto que el Mago volvió a premiar a las 7 Haditas con alas de brillantes colores, como sus nombres." 

(Mir Vy)


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