La vida no es hoy... ni mañana... ni ayer... Es todo eso, unido en un continuo presente. La vida ES. ¿Todo? ¿Nada? Una forma de saberlo es abrir el corazón para aprender a vivirla.

jueves, 8 de noviembre de 2012

El cambio



                                       



Es un día precioso de principios de noviembre. Los colores del otoño se pasean por el paisaje que se abre a cada momento como un libro de cuentos de hadas. Aunque parezca una ilusión, es real, o al menos eso parece. A veces dudo donde se encuentra la realidad y donde la fantasía. Descalzos, con los pies en la tierra, despedimos al sol, o quizás es él quien dice hasta mañana, y se va por caminos celestes girando sobre sí mismo en remolinos de colores, desdoblándose en el horizonte, en una danza hermosa, plena de atardecer. Los colores se difuminan y van perdiendo el vivo color de la luz. El perfil de las montañas se dibuja en blanco y negro y tras ellas, la luna, redonda, llena, engalanada de nubes y bordeada de estrellas muestra un firmamento que se va llenando de misterio. La noche comienza a cerrar las puertas del día para volver a abrirlas dentro de poco, y mientras, mezcla  los colores en el odre de la ilusión para volver a sorprendernos con ellos en un nuevo amanecer. Al volver a casa, en silencio, todo es distinto. La magia cobra vida y todo puede suceder.
Me siento en el sofá, me cubro con las enaguas de la mesa y poco a poco el calor me va abrazando y hace que me sumerja en esos otros mundos donde solo a través del ensueño se puede llegar.
No sé cómo, (supongo que me quedé dormida), veo desde arriba lo que podría ser una ciudad medianamente grande. Veo, que, como en un día normal y corriente, las personas van, vienen, de prisa, despacio, comen, beben, ven la tele, oyen la radio, conducen, se miran aunque no se ven, cantan, bailan, se besan, se abrazan, hablan con teléfono o sin él, hablan, hablan, hablan de lo que pasa, de lo que dicen, de lo que es, de lo que puede ser, de lo que quieren ser... pero realmente no se escuchan, ni siquiera a ellos mismos. Apenas se ven de verdad como lo que son: Seres Humanos, pura energía de Amor. La rutina de cada día sigue en cada quién, nada cambia de verdad, dicen de hacer pero no hacen, no son conscientes de la vida que viven ni de lo que hacen en ella. No se dan cuenta de nada de lo que sucede ni en ellos ni a su alrededor. Son luces que van de un lado a otro sin darse cuenta del recorrido que hacen. Entre ellos hay quienes saben, ven, piensan, sueñan y creen que el mundo es energía al igual que ellos, que todo. Todo es energía. Saben usarla y utilizarla. Transforman todo con el poder de su mente a través de esa energía que hay en ellos y de la que son conscientes, esa energía que está en todo y de la que forman y formamos parte. Algunos manejan, manipulan a otros en beneficio propio y veo también como además, hay otras, en menor número, en las que ese poder de la mente lo han unido al poder del corazón y su luz alumbra al mundo. Generosos, humildes, sabios, profundos y sencillos que pasan por completo desapercibidos, como uno más dentro de la multitud. Estar a su lado, mirar sus ojos... transforman mi vida, la vida. Era precioso ver esas luces, porque eso eran. Cada una de ellas era una luz clara, cálida, que daba color y calor por donde pasaba. Volví a verme en el sofá, con las manos juntas, lágrimas en los ojos y una oración, que no recuerdo, en los labios.

Al despertar pensé: ¡Quiero cambiar, claro que quiero! Y de pronto siento que lo importante realmente es aceptar la vida como es y aceptar lo que me ofrece dándome cuenta de que en algún momento lo he pedido. Todo ES, bueno o malo depende solo de cómo yo lo vea. De pronto me doy cuenta de que si quiero cambiar mi forma de ver a las demás personas es porque no me acepto a mí misma tal y como soy, si pido armonía a mi alrededor es porque algo en mí está desarmonizado y tampoco lo acepto. Si pido un deseo y lo consigo, pido otro y vuelvo a conseguirlo y… creeré ser más feliz,  pero en realidad, pidiendo uno tras otro, solo volveré a entrar en el juego de la mente. La felicidad está en mí, no en el espejismo que se me muestra. Solo cada persona por sí misma puede ser feliz aceptando lo que la vida le pone en las manos y en el corazón. No hay que buscar nada, ya Somos, solo queda aceptar lo que Somos.

En el libro “La vía del tarot”, dice Jodorowski en el capítulo de La Dama Muerte: “Si te das prisa me alcanzarás. Si frenas te alcanzaré. Si andas tranquilamente, te acompañaré...Soy tu sombra interior, la que ríe detrás de la ilusión que llamas realidad... Soy la madre que no deja de darte a luz...Tu ser divino e impersonal no puedo devorarlo, solo engullo los egos...no soy de ti, sino que soy tú... Identificándote con tu consciencia me tendrás miedo. Sacrificándola, cediéndome la última de tus ilusiones- esa mirada que todo lo quiere y cree ver sin ser nada- me vencerás...  en mi extrema negrura, soy el ojo de ese impensable que podrías llamar Dios. También soy Su Voluntad... Soy la puerta divina: quien entra en mi territorio es un sabio, y quien no puede cruzar mi umbral conscientemente es un niño miedoso acorazado en sus detritos. En mí hay que entrar puro: deshazte de todo, deshazte incluso del desasimiento, aniquílate. ."

Al leer esto, veo esa profundidad de la Nada, ese Vacío total y absoluto donde Todo nace y se vuelve a hacer presente. Ella es la madre que nos acuna para que despertemos de la ilusión, la Dama que nos ayuda a abrir la puerta del eterno desengaño, la sombra que a cada momento nos muestra nuestra Luz, esa hermosa compañera de viaje que nos empuja y nos hace conscientes de la Vida con una sola condición...¡que nos abandonemos a ella! En la Nada no hay deseos, solo desapego y aceptación. Y en el Vacío, solo hay Plenitud. Por eso, a veces, me costaba tanto resistirme y no empujar la puerta que me hacía volver. Añoraba lo que creía que había dejado atrás.
Hoy sé  que no es dejar atrás mi cuerpo, sino mis egos, lo que me va a hacer realmente libre y feliz. Esté donde esté, vaya donde vaya, siempre estaré en Casa. Hoy, voy haciendo crecer mis raíces, esas que me ayudan a sostener con fuerza  unas ramas frondosas y bellas. Hoy me siento vacía porque sé que en mi interior está todo cuanto necesito. Hoy siento esa soledad que es la del guerrero, que después de perderlo todo te dice: Lánzate a la Nada, muere en ti para poder renacer, acepta todo, tu sombra y tu luz. La tuya y la de los demás seres que habitan en el Universo y en ti misma y alégrate a cada momento porque solo así la llama de tu corazón puede brillar con fuerza de nuevo. Hoy aprendo a dejar de juzgar, a desaprender lo aprendido, a abrir las puertas sagradas que hay en mí para dar y recibir con amor lo que la vida me ofrece, a disfrutar, a gozar como lo hacen quienes nacen y vienen a recordarnos que  la vida es Amor. Esos seres que vienen a mostrarnos de nuevo el camino para ser felices y a decirnos con el ejemplo que seamos como niños, como niñas que despiertan a cada momento, que viven cada segundo, que se sorprenden porque todo es nuevo. Cada despertar es un nuevo día.
Ahora sé que el poder de la mente es grande, pero que cuando se une al poder del corazón es sublime. Y cuando lo que sé, lo que pienso y lo que siento están alineados, entonces es cuando verdaderamente despierto a la Vida.
Las horas van pasando, y la noche, como un jaguar oculto a las miradas, ya ha recogido todas las sombras bajo su manto, se repliega sobre sí misma, mira en su interior, busca, abre la caja donde guarda su tesoro y ve que los colores ya están mezclados, solo queda soplarles suavemente desde dentro. Entra despacio y siente como se va perdiendo y al hacerlo, se convierte en mago. Abre la puerta, extiende su capa y nace de nuevo el día.


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