¿Cuántos poemas quedaron en mi pensamiento, ocultos en el fondo de mi mirada, como abortos callados, clandestinos, que no se vieron reflejados en la palabra?
Hice poemas al día y a la noche; el sol, la luna y las estrellas; a la fuente, al río, las cascadas, lo árboles, las flores, los frutos y la tierra. Canté al fuego, al viento, al amor, a la vida... Más todos quedaron ahí, sepultados en el olvido del momento y en la tenue caricia de la brisa.
Las campanas de la Iglesia, marcando la hora, me traen de nuevo aquí, a este lugar donde me habito. Y no sé si la vida me sonrie y me abraza o soy yo la que le abrazo y le sonrío.
Y pienso en los poemas que otros poetas guardaron en su mente, ocultados a los ojos que los ven y a la voz que les hace vibrar y les pone melodías. Todos quedaron agazapados, escondidos como niños asustados, cantándole al amor, a la vida...
El tiempo los engulle y se olvida su presencia.
Hay otros versos, otras palabras, otras miradas, otros poetas.
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