El alba despierta al horizonte
despacio, lentamente.
Se pone su bata blanca
con reflejos de Arco Iris
inundando todo con su magia,
llenando todo de poesía,
calándose en los ojos,...
en el corazón, en el alma.
Y aún hay lentejuelas
meciéndose en su abanico
y la luna, al galope,
como caballo herido
va entre ardiente zarzas
que el día pone en su camino.
Y se abre, como rosa a la mañana,
y se funde, en el día enamorada,
y deja de ser, para ser en otro
como novia,
con ramo de azahar abierto
con olor a madrugada,
como esposa
que presurosa, acude a la llamada,
como niña,
que da la mano y se deja llevar
¡callada! ¡perdida!
¡Atardece!
El día muere, y su sombra
se prefila en los rincones.
Ella tambien se va
cambia de nombre
y languidece,
y se desangra a cada paso
que la arrastra hacia la muerte.
Y pone botones de luto
bajo su solapa
diciendo adiós vencida,
bella, solitaria
despacio, lentamente.
Se pone su bata blanca
con reflejos de Arco Iris
inundando todo con su magia,
llenando todo de poesía,
calándose en los ojos,...
en el corazón, en el alma.
Y aún hay lentejuelas
meciéndose en su abanico
y la luna, al galope,
como caballo herido
va entre ardiente zarzas
que el día pone en su camino.
Y se abre, como rosa a la mañana,
y se funde, en el día enamorada,
y deja de ser, para ser en otro
como novia,
con ramo de azahar abierto
con olor a madrugada,
como esposa
que presurosa, acude a la llamada,
como niña,
que da la mano y se deja llevar
¡callada! ¡perdida!
¡Atardece!
El día muere, y su sombra
se prefila en los rincones.
Ella tambien se va
cambia de nombre
y languidece,
y se desangra a cada paso
que la arrastra hacia la muerte.
Y pone botones de luto
bajo su solapa
diciendo adiós vencida,
bella, solitaria
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